sábado, 4 de junio de 2011

DEBERES CRISTIANOS

En 1 Pedro 2:9 Dios nos enseña que nos ha hecho: “…linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido…” esto es demasiado privilegio para un ser humano. Pero con toda esta lista de bendiciones, Dios nos da también una condición o deber que debemos cumplir una vez que El nos ha dado todos estos atributos, y es la de “…anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable…”

A lo largo de la Biblia nos vamos a encontrar miles de promesas de bendición de parte de Dios para su pueblo, pero todas van a venir acompañadas de una condición o deber que debemos cumplir para ver esa promesa manifestada en nuestras vidas.

A veces nos motivan con innumerables promesas de bendición, vemos a muchos predicadores hacer todo lo posible para que las personas que asisten a sus cultos crean que “son más que vencedores”, que “todo lo pueden”, que “deben ser prósperos económicamente”, que “pueden atar al Diablo”, que “pueden echar el monte al mar” que “nada los puede dañar o tocar”, etc, etc, etc. El problema es que nunca o casi nunca le dicen al pueblo de Dios sobre las condiciones o deberes que deben cumplir para que todas esas bendiciones vengan a sus vidas.

En Josué 1:8 Dios nos enseña lo siguiente: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.”
Vemos en la primera parte del versículo el mandamiento, la condición o deber que debemos obedecer como hijos de Dios: Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; pero en la segunda parte está la promesa si obedecemos y cumplimos con este mandato de Dios: porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.”

Sencillo no..??? Quien prospera mi camino, Dios o yo mismo?? La respuesta está en la segunda parte del verso, Dios me enseña que yo hago prosperar mi camino si obedezco Su Palabra, la que nos ha revelado en la Biblia.

Así que, con esta pequeña introducción, vamos a ir a repasar 5 deberes que como cristianos debemos cumplir para hacer prosperar nuestro camino y que todo nos salga bien. Vamos a estudiar Romanos 12:1-8 y a refrescar nuestros deberes como hijos de Dios, como cristianos. Pero antes de eso vamos a ir a la definición de la palabra deber:
1. Estar obligado a algo por la ley divina, natural o positiva. Ej.: Deberse a la patria.
2. Aquello a que está obligado el hombre por los preceptos religiosos o por las leyes naturales o positivas. Ej.: El deber del cristiano, del hombre, del ciudadano.

Con estas definiciones en mente vamos a repasar 5 deberes de toda persona cristiana, 5 pasos que debemos acatar para que nos vaya bien.

1 Paso o deber

Debemos dedicar nuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios.
(Romanos 12:1): 1Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

Cuando leemos con cuidado el verso 1 de este capítulo 12 de Romanos nos damos cuenta de que Pablo, el siervo de Jesucristo, quién fue llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, según se describe él mismo en Romanos 1:1, tenía tan claro la importancia de estos deberes de todo cristiano que comienza haciéndonos una exhortación de ruego: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios,…”. Pablo nos hace un llamado, un ruego a que dediquemos nuestro cuerpo a la obra de Dios, a que nos consagremos, ya que esto agrada a Dios. Nuestra consagración debe ser nuestro culto racional. Si me comprometo con Dios, Dios se compromete conmigo.

Ahora, esto no se trata de comprar el favor de Dios. Alguien con recursos suficientes podría pensar: “pero si yo doy ofrendas cuantiosas, yo no tengo tiempo para estar ayudando en la iglesia, pero con mis ofrendas se pueden hacer muchas cosas en la iglesia”. Bueno permítame decirle que Dios aquí no nos habla de plata, de dinero, El nos habla de consagración, nos habla de dedicarnos a la obra que el Señor nos ha encomendado. Y cuál es esa obra según Mateo 28: “16Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. 17Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. 18Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”

Cuando se sacrificaba un animal de acuerdo a la Ley de Dios, el sacerdote daba muerte al animal, lo cortaba en pedazos y lo ponía sobre el altar. El sacrificio era importante, pero aun en el Antiguo Testamento Dios aclara que la obediencia de corazón es mucho más importante (véanse 1 Samuel 15.22; Salmo 40.8; Amós 5.21–24). Dios desea que nos ofrezcamos a nosotros mismos en sacrificio vivo, no animales. Cada día debemos echar a un lado nuestros deseos y seguirle, poniendo todas nuestras energías y recursos a su disposición y confiando en su dirección. Lo hacemos en gratitud porque nuestros pecados han sido perdonados.

Dios tiene planes buenos, agradables y perfectos para sus hijos. Él quiere transformarnos en un pueblo con una mente renovada, vivos para honrarle y obedecerle. Debido a que Él solo quiere lo mejor para nosotros y por haber dado a su Hijo para que tengamos vida nueva, deberíamos ofrecernos con gozo en sacrificio vivo para su servicio.

2 Paso o deber
Debemos cambiar nuestro entendimiento.
(Romanos 12:2): 2No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
La única forma que existe para que renovemos nuestro entendimiento es a través de la exposición a la Palabra de Dios. La Palabra es la que renueva nuestros pensamientos, es la que renueva nuestra mente.

Los cristianos tenemos este llamado: «No os conforméis a este siglo». No hemos de estar conformes con la conducta y costumbres de este mundo, que por lo general son egocéntricas y a menudo corruptas. Muchos cristianos dicen sabiamente que la conducta mundana se extralimita demasiado. Nuestro rechazo a formar parte del mundo, sin embargo, debe ir más allá del nivel de conducta y costumbres. Debe estar firmemente arraigado en nuestras mentes: «Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento».

Es posible evitar muchas de las costumbres mundanas sin dejar de ser orgullosos, codiciosos, egoístas, obstinados y arrogantes. Solo cuando el Espíritu Santo renueva, reeduca y reorienta nuestra mente somos en verdad transformados. No nos dejemos llevar por las competencias del mundo. Hoy en día se vive en una completa competencia: de modas, de consumismo, de poder, de egocentrismo, de vanidad, de riquezas, etc. No nos dejemos atrapar por este mundo que trata de envolverlo todo. Satanás es astuto y El utiliza todo lo que el mundo nos ofrece para mantenernos alejados de nuestro verdadero fin: “tener la mente de Cristo”.

3 Paso o deber
Debemos evaluar nuestro potencial.
(Romanos 12:3): 3Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

Es importante tener una buena autoestima porque algunos nos tenemos muy en poco; pero por otro lado, algunos nos sobreestimamos. La clave de una evaluación honesta y fiel es conocer las bases de nuestra valía: nuestra nueva identidad en Cristo. Separados de Él, no somos muy competentes según las normas eternas. En Él, somos valiosos y capaces de un servicio digno. Cuando uno se evalúa con las normas mundanas de logros y éxito puede dar demasiada importancia al valor que tiene ante los ojos de los demás y perder su verdadero valor ante los ojos de Dios.

Debemos de quitar todo orgullo de nuestro corazón. En Filipenses 2:3 se nos enseña: “3Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 4no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” Debemos ver a los demás como superiores a nosotros mismos, no pensar como el publicano del cual se nos narra en Lucas 18: “9A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: 10Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. 11El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.”

4 Paso o deber
Debemos cooperar con los demás hermanos.
(Romanos 12:4): 4Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, 5así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.
Pablo usa el concepto del cuerpo humano para enseñar cómo los cristianos deben vivir y trabajar juntos. Así como las diferentes partes del cuerpo actúan bajo la dirección del cerebro, los cristianos deben hacerlo bajo la autoridad y mandato de Jesucristo (véanse 1 Corintios 12.12–31; Efesios 4.1–16).

Los cristianos somos miembros del cuerpo de Cristo, cada uno con su función, pero todos formando un solo cuerpo. Cada miembro es importante y si alguno se daña, el cuerpo como un todo, siente el dolor. Debemos ayudarnos los unos a los otros, debemos ser sensibles con nuestros hermanos. Dios nos enseña que El no es injusto y que tiene muy presente lo que hacemos los unos por los otros. Lo vemos en Hebreos 6:10: Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún.

5 Paso o deber
Debemos avivar nuestro dones espirituales.
(Romanos 12:6-8): 6De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; 7o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; 8el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.

Dios nos ha dado dones a fin de que podamos edificar la iglesia. Para usarlos con eficacia, debemos: (1) tener en cuenta que todos los dones y habilidades vienen de Dios; (2) comprender que no todos tienen el mismo don; (3) saber quiénes somos y qué hacemos mejor; (4) dedicar nuestros dones al servicio de Dios y no a nuestro éxito personal; (5) estar dispuestos a ponerlos al servicio de Dios con generosidad y sin exclusión.

Los dones de Dios difieren en naturaleza, poder y eficacia de acuerdo con su sabiduría y gracia, no de acuerdo con nuestra fe. La «medida de fe» (12.3) o la proporción de fe significan que Dios le dará el poder espiritual adecuado y necesario para llevar a cabo cada responsabilidad. No podemos por voluntad o esfuerzo propio producir más fe y llegar a ser maestros o siervos más competentes. Dios es el que da dones a su iglesia y otorga fe y poder de acuerdo con su voluntad. Nuestra función es ser fieles y buscar la manera de servir a otros con lo que Cristo nos ha dado.

El don de profecía en las Escrituras no significa siempre predecir el futuro. A menudo denota predicar el mensaje de Dios (1 Corintios 14.1–3). Mire esta lista de dones e imagine los tipos de personas que podrían poseerlos. Los profetas poseen, por lo general, denuedo y oratoria. Los que sirven (los que ministran) son fieles y leales. Los que enseñan son pensadores claros. Los que exhortan saben cómo motivar a otros. Los que reparten son generosos y confiables. Los que presiden son buenos organizadores y directores. Los que tienen misericordia son amorosos y se sienten muy felices cuando dan su tiempo a otros. Sería muy difícil que una sola persona acaparara todos estos dones.

Un profeta positivo quizás no sea necesariamente un buen consejero y uno que reparte a lo mejor falla como administrador. Cuanto usted identifica sus dones (y esta lista está lejos de ser completa), pregúntese cómo puede utilizarlos para edificar la familia de Dios. Al mismo tiempo, acepte que sus dones no pueden llevar a cabo todo el trabajo de la iglesia. Sea agradecido con quienes tengan dones diferentes a los suyos. Procure que sus puntos fuertes equilibren las debilidades que otros tengan y agradezca que las habilidades de ellos le ayuden a superar sus deficiencias. Juntos podemos edificar la Iglesia de Cristo.

Así que, oro a Dios Nuestro Padre en el nombre de Jesucristo, para que con el poder de Su Espíritu Santo, logremos ser obedientes a la Palabra de Dios, logremos hacer de nuestros deberes cristianos una forma de vida en Cristo y podamos hacer prosperar nuestro camino y que en todo nos vaya bien. Amén, amén y amén..!!




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